Ayer me dispuse a ponerme a estudiar. De forma perezosa, me senté en el escritorio y saqué los apuntes del tema que tenía entre manos. Ya lo había leído y subrayado, así que solo me quedaba realizar un resumen del mismo. Con desgana cogí un folio en blanco y lo puse delante mía. Empecé a mirarlo en toda su blancura, ahí estaba, inmaculado, infinito por momentos. Entonces se me agolparon los agobios, los malos pensamientos, recuerdos dolorosos recientes, la desazón, sin pararme a pensar en ningún momento lo que ese folio me podía dar.
De esta manera, ensimismado, me percaté que en el centro del folio había un pequeño pliegue, como una doblez. Yo para eso soy muy maniático y rápidamente pensé en arrugarlo, hacerlo una bola y lanzarlo directo a la papelera. Pero, no sé si adjudicarselo al azar o a la curiosidad, me dió por tirar del pliegue que estaba turbando el inicio de mi estudio. Mientras rasgaba el folio, sentí que las cosas podían ser diferentes, apareciendo ante mí un vergel de colores y esperanzas. Ayer, sólo estudié solo un poquito, como siempre. Pero comprendí muchas cosas.
2 comentarios:
Entiendo lo que sientes porque hay días que realmente uno se pregunta ¿Para qué?.
Quizás esa tarde estudiaste poco en cantidad pero mucho en calidad. Es así de sorprendente pero las cosas más sencillas abren los caminos más complejos.
Un saludo y buena semana.
Inma
Gracias Inma. Eres un cielo.
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